Los hijos de la Gran Bretaña.

Cada vez que un español entra en el Museo Británico, se escuchan en sus salas las mismas palabras: “hay que ver lo que ha robado esta gente”. Sonrío al escucharlas nada más entrar, porque para española que cumple ese tópico siempre estuve yo, que desde mi adolescencia visito este lugar siempre que vengo. Y siempre lo pienso, también.

Tengo sólo una hora y media antes de reunirme con Simon para comer y volverme a Madrid corriendo, digoooo… volando, así que miro un poco el tema de la exhibición de Rodin en el catálogo de la tienda. Está lo que hay en Paris, confrontado con las piezas griegas del Británico. Conozco todo lo que hay, he visto El Beso ya tres veces y decido no gastarme 15 libras en compadecer de nuevo a Camille Claudel. Voy a mirarme esta expo en mi memoria y en mi casa, con la ayuda de internet y de mis libros, que para eso están por ahí adornando. 
– Por favor, ¿Dónde está colocado El discóbolo?
– En La India. Lo hemos prestado.
-¿Y La ola?
– En Estados Unidos.
– ¿Y la cafetería?
Me pido un café latte mientras le mango a la cajera un vaso de cartón serigrafiado con La ola de Hokusai. Por lo demás, verde y con asas, a por Egipto y Mesopotamia. Me acoplo a una guía para no perderme sus explicaciones, ya que los relieves asirios son mis favoritos aquí, pero por algo mucho más prosaico que por todas las interesantes historias que cuentan y transmiten y que mi memoria nunca almacena. Lo son porque el diseño que los asirios hicieron de los gemelos de sus piernas es igual al de los gemelos de las mías, y siempre me dan ganas de quitarles la barba a los relieves para que parezcan señoras aladas con muchos gemelos de bonito diseño. Y porque cincelaban flores por todas partes.

Me da tiempo a recorrer varias salas y termino cambiando de opinión. A ver, esta gente ha robado, y cuando vas a los Museos Nacionales en Egipto y Grecia y lees que falta todo lo que se llevaron, los quieres matar, pero al menos todas las joyas que conservan y explican la Historia Universal en su colección permanente, que son muchísimas, se pueden ver sin pagar. 
La verdad, si uno quiere, paseando por aquí se puede hacer fácilmente las paces con el mundo. Y de gratis.


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